HERMANDAD DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y COFRADÍA DE PENITENCIA DE NUESTRO PADRE JESÚS DE LA OBEDIENCIA , MARÍA SANTÍSIMA DEL MAYOR AMOR Y SAN JUAN EVANGELISTA

Contacto:

*Web Oficial: www.obediencia.org

*Twitter: HdadObedienciaGuadix @HdadObediencia

*Tuenti: Cofradia Obediencia Guadix

*Facebook: Obediencia Mayor Amor / Hermandad Sacramental de la Obediencia

*Correo Hotmail: obedienciaymayoramor_guadix@hotmail.com

lunes, 17 de marzo de 2014

XXVI PREGÓN DEL COSTALERO



La Hermana Mayor de la Hermandad del Santísimo Sacramento y Cofradía de Penitencia de Nuestro Padre Jesús de la Obediencia, María Santísima del Mayor Amor y San Juan Evangelista

tiene el honor de invitarle al

XXVI PREGÓN DEL COSTALERO DE LA CIUDAD DE GUADIX.

Pregonero

D. Miguel Amezcua Rodríguez.

Concierto de marchas procesionales a cargo de la BANDA MUNICIPAL DE MÚSICA DE CIJUELA.

Teatro Mira de Amescua, 23 de Marzo de 2014, a las 18:00 horas.

miércoles, 12 de marzo de 2014

ENSAYO DE LA CUADRILLA DE COSTALEROS


El próximo domingo día 16 de Marzo a las 16:30 horas tendrá lugar el ensayo de la cuadrilla de costaleros del Señor de la Obediencia en la Plaza de la Trinidad de Granada. 

martes, 11 de marzo de 2014

MISA DE HERMANDAD




Este sábado día 15 de Marzo tendrá lugar en la Parroquia del Sagrario de la S.A.I. Catedral a las 19:00 horas Misa de Hermandad. Tras la Misa, Adoración al Santísimo Sacramento.



"CAFÉ OBEDIENTE"

El próximo sábado día 15 de marzo tendrá lugar en nuestra Casa de Hermandad el segundo "Café Obediente". El tema que trataremos será el "El orden del Universo", mientras tanto, nos tomamos un café.

jueves, 6 de marzo de 2014

MENSAJE DE CUARESMA DEL PAPA FRANCISCO


Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de San Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?
La gracia de Cristo
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se "vació", para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama.
La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).
La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice San Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica.
¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, San Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).
¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros.
La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura.
La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su "yugo llevadero", nos invita a enriquecernos con esta "rica pobreza" y "pobre riqueza" suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).
Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
Nuestro testimonio
Podríamos pensar que este "camino" de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.
La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad.
En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.
No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente.
Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza!
Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.
Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza.
La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.
Vaticano, 26 de diciembre de 2013
Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir
FRANCISCUS

CARTA DEL SR. OBISPO A LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS


Guadix, 5 de marzo de 2014, Miércoles de Ceniza


Queridos hermanos cofrades:

            Como cada año me dirijo a vosotros a través de estas letras para acompañaros en el camino cuaresmal que nos lleva hasta la Pascua del Señor. Es también una oportunidad para mostraros mi cercanía y apoyo a la misión que realizáis en la Iglesia, al tiempo que comparto con vosotros la fe que nos mueve.

            La Cuaresma nos muestra un horizonte magnífico: el amor de Dios que nos ofrece la prueba más grande que el amor puede ofrecer, entregarse por el amado. Dios nos ha amado hasta el extremo en la entrega hasta la muerte, y una muerte en cruz, de su único Hijo, Jesucristo. De ese amor bebe y se sacia nuestra vida, del tal modo que no podemos guardarnos tanto amor sino que hemos de gritarlo y llevarlo a los demás para que experimenten el mismo gozo que nosotros experimentamos. Es esta la mejor noticia, el Evangelio que la Iglesia viene anunciando a lo largo de los siglos: Dios te ama, Dios te salva.

            En esta ocasión quiero detenerme en dos temas que son consecuencia de ese amor de Dios que la Iglesia, y por tanto, las Hermandades y Cofradía, están llamadas a anunciar

            Para el primero me inspiro en una expresión del Papa Francisco, cuando dice que la Iglesia ha de ser una “Iglesia en salida”. Pues parafraseando al Papa, quisiera deciros: Las cofradías han de ser cofradías en salida. No podemos encerrarnos en nosotros mismos, no podemos hacer el centro de la Hermandad nuestros problemas por muy grandes que sean, no es justo dedicar nuestro tiempo y energías a lo que menos importa. Las cofradías han de ser lugares de fe y para la fe, un hogar donde todos puedan acercarse y gustar la alegría del Evangelio. Nuestras Hermandades y Cofradías han de ser misioneras. Os invito, queridos cofrades, a salir de la comodidad, de conformaros con lo poco, de hacer siempre lo mismo, de pensar que ya estamos los que tenemos que estar. Nos seáis grupos cerrados donde nadie se puede acercar, liberaos de la tentación de sucederos a vosotros mismos, para que los demás vean en vosotros un Evangelio vivido y se atrevan a vivirlo también ellos. Vivimos un momento muy importante para la evangelización, en este momento no se necesitan “generales de ejércitos derrotados” sino “simples soldados de un escuadrón que sigue luchando” (cf. Evangelii Gaudium, 96).

            La Iglesia en salida, dice el Papa, “es una Iglesia con las puertas abiertas”. Las puertas están abiertas para que otros puedan entrar, pero también para que nosotros podamos salir. No esperar a que vengan, sino salir a buscarlos para que vengan y vean el gran tesoro de nuestra fe, Cristo muerto y resucitado. Es importante acompañar a los hermanos y ayudarles a descubrir el tesoro de la fe. Salir “no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad” (Evangelii Gaudium, 46). Los demás deben ver en nosotros una fe profesada en su integridad, celebrada en verdad y con sencilla solemnidad, y vivida en el cada día.

            Cofradías en salida, porque esa es vuestra vocación, para llevar el Evangelio a la calle a través de las sagradas imágenes de los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor y de su Santísima Madre, la Virgen María. Cofradías en salida para que todos puedan conocer y gustar la alegría de la salvación que nosotros ya conocemos y gustamos.

            El segundo tema que os propongo es recurrente de otras cartas, pero fundamental para los cristianos, me refiero a la caridad.

El mensaje del Papa para la Cuaresma de este año se inspira en la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios: “(Cristo) se hizo pobre para enriqueceros con su pobreza” (8,9). Este es el estilo de Dios, se hace pobre para que nosotros seamos ricos. Su riqueza, la que nos enriquece, es su modo de amar, un amor cercano, compasivo y lleno de ternura. La caridad es Dios mismo que es amor. Por eso vivir en Dios es vivir en el amor, vivir la caridad. Amar como Dios ama.

            Estamos llamados, queridos cofrades, a vivir en la caridad y vivir la caridad para con los hermanos. Hemos de trabajar para aliviar las miserias humanas. Hay tres tipos de miseria: la material, la moral y la espiritual. A las tres ha de llegar nuestra caridad, porque las tres destruyen al hombre cuando se viven en la falta de confianza, de solidaridad y de esperanza. Y esto hemos de hacerlo cada uno particularmente, pero también como Hermandad. Sé que las cofradías, en general, os habéis tomado en serio la caridad, y de hecho tenéis una acción caritativa que crece cada día. Os lo agradezco de corazón y os invito a seguir por este camino. La caridad hace creíble la fe. Una Hermandad que no vive la caridad, que no la practica, no es creíble ni evangeliza.

            Al llegar al final de mi carta, no quiero dejar de recordaros la importancia de vivir como verdaderos cristianos. Para que así sea, os invito a rezar cada día, a santificar el domingo participando en la Santa Misa, a confesar vuestros pecados con frecuencia, a vivir en comunión con la Iglesia y ser generosos con los hermanos.

            Sigamos mirando a Santa María, la Madre del Señor; ella viene con nosotros también en el camino hacia la Pascua. Que su poderosa y materna intercesión nos ayude cada día a mirar a Cristo, origen y meta de nuestra fe.

            Con mi afecto y bendición


                                               + Ginés García Beltrán
                                                 Obispo de Guadix

CARTEL ANUNCIADOR DE LA SEMANA SANTA DE GUADIX 2014


lunes, 3 de marzo de 2014

QUINARIO EN HONOR A NTRO. PADRE JESÚS DE LA OBEDIENCIA


La Hermandad del Stmo. Sacramento y Cofradía de Penitencia de Ntro. Padre Jesús de la Obediencia, María Stma. del Mayor Amor y San Juan Evangelista

consagrará

SOLEMNES CULTOS

en la Iglesia de San Torcuato (Hospital Real)
en honor de su titular

NUESTRO PADRE JESÚS DE LA OBEDIENCIA

del 4 al 8 de Marzo 

SOLEMNE QUINARIO

Rezo del Santo Rosario 20:00 h.
Santa Misa 20:30 h.

El viernes 7 de marzo, tras la Santa Misa, tendrá lugar el rezo del Santo Vía-Crucis.

Día 9 de marzo Función Principal de Instituto e Imposición de Medalla a los nuevos hermanos a las 12:30 h.